Nos parece algo increíble y escandaloso. Pero la realidad de esas poblaciones hambrientas es algo incuestionable. Hombres y mujeres que carecen de algo tan fundamental como es la comida necesaria para subsistir. Sobrecoge la realidad de esas personas, y nos enerva hasta la rebeldía el pensar que puedan darse situaciones en las que se llega a morir por falta de alimento. Y todavía hay más, porque el hambre lleva consigo otras muchas y terribles desgracias, como son las enfermedades, la carencia de vivienda, de trabajo, de educación...
Todo ello constituye una vergonzosa agresión a la misma dignidad de la persona, que se ve condenada a vivir en un terrible grado de indigencia. También, y hay que subrayarlo, es un delito contra la justicia y un condenable atentado a la fraternidad universal. ¿Todo ello puede quedar impune? ¿Quiénes son los culpables?
Si buscamos las causas que han conducido al hombre a esta situación, enseguida encontramos conductas tan execrables como el acaparamiento de los bienes de este mundo por unos pocos, la corrupción de muchos, el posible desinterés e irresponsabilidad de casi todos.
Manos Unidas, no quiere conformarse ni con el lamento ni con las acusaciones. Se acerca a los necesitados y se pone a su lado para ayudarles a resolver los problemas o, al menos, para paliarlos en la medida de lo posible. Si denuncia, lo hace en el convencimiento de que pueden cambiar las actitudes y, con la colaboración de todos, el hambre en el mundo puede desaparecer.
Manos Unidas mira a las personas y ve lo que necesitan. Se buscan recursos, se hacen campañas de sensibilización y conocimiento de los problemas, se estudian y ponen en ejecución los proyectos adecuados, no sólo para resolver el problema inmediato, sino para lograr que esas personas, necesitadas hoy, puedan ganarse y disponer de los recursos suficientes para tener la comida de cada día, el servicio sanitario, la escuela, la vivienda y el trabajo.
Manos Unidas lucha contra el hambre en el mundo, pero lo hace de una manera abiertamente positiva: ver el problema y tratar de resolverlo. Ahí está ese importante número de proyectos de ayuda que se realizan cada año. Es una acción comunitaria, con sentido de fraternidad, haciendo causa común con los que tienen y pueden dar y con los que carecen de todo.
Es una obra incuestionablemente cristiana. Cristo se ha unido, con su encarnación, a todos los hombres y mujeres del mundo. El amor de Cristo no puede dejarnos indiferentes ante la penuria extrema de muchos hermanos. Por otra parte, también resuenan en nuestra conciencia las palabras de San Juan: "Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (1Jn. 3, 17).
Todas las palabras se quedan cortas para poder agradecer Manos Unidas todo el incansable trabajo, el buen espíritu y la eficacia con que realizan su labor. Que Dios se lo pague siempre.
domingo, 10 de enero de 2010
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