
En este tiempo de Navidad que es la mejor medicina para hacer crecer la solidaridad, la paz y la amistad, deja que el buen Dios bendiga tu corazón y se valga de ti, para extender su evangelio, desde tu vida.
25 de diciembre.
Natividad del Señor.
Noche es ésta en la que no hay lugar para la duda ni para las preguntas, sino para ir dejándose embelesar por la grandeza de lo pequeño. Dios se acerca al hombre para que nadie tenga ya que esforzarse para poder estar al mismo lado de Dios. No intentes hacer preguntas al que ya te las ha respondido todas. No busques más al que ya te ha encontrado, pero procura dárselo a conocer a los demás.
El amor todo lo puede. También el descifrar misterios que, de otra manera, quedarían siempre ocultos. Bueno es este conocimiento que llega de la mano de una Luz cargada de las mejores razones para ser recibida: llenarlo todo de paz.
El misterio de Navidad rompe la lógica del que se empeña en cerrar horizontes, porque su mirada no llega a más. Pídele a Dios que te preste, más que sus ojos, la realidad de su Palabra. Es la única que tiene la capacidad de llegar más allá de cuantas limitaciones ponemos los hombres.
Como Dios es Jesús y Jesús es Dios, ya resulta fácil dejarse envolver en el misterio de nuestra fe: Dios se hizo hombre y puso su casa en nuestra calle, la de la humanidad.
Si con Cristo viene la salvación, y por los bienaventurados caminos de la justicia, el trabajo por la paz y la generosidad de la misericordia, a todos los hombres y mujeres de este mundo debe llegar tan ansiado regalo. Nadie está excluido. Todos invitados.
Que cesen las voces de condena y exclusión. Es noche de paz. Y la paz no puede ser, en absoluto, propiedad privada. Porque la paz rompe cualquier limitación para poder instalarse en la casa de todos los pueblos.
Cristo es el Príncipe de la paz. Su reino está metido en las entrañas de todas las geografías y de los sentimientos más nobles de cuantas personas llegan a este mundo.
El cristiano tiene que ser experto en dar esta buena noticia: Dios está cerca, muy cerca. El poder verlo no es una posibilidad. Es obligación.
Ain Karem es el nombre en el que la Tradición sitúa este encuentro entre María e Isabel. Allí tuvo lugar la Visitación, después de que ambas mujeres hubieran sido “visitadas” por Dios e invitadas a participar en su Proyecto de Salvación. Cuando María se encuentra con Isabel, las dos se saben embarazadas, llenas de Vida, y en un abrazo comparten su alegría, dan a gracias a Dios juntas y, gozosas, entonan cantos. Es este el momento en el que María proclama su Magníficat.
“…Mi alma glorifica al Señor…” (Lc 1, 47)
Si por casualidad has llegado hasta aquí y sientes una pequeña curiosidad por saber algo del corazón que late detrás de este rincón de sueños, te contaré que me llamo Antonio y nací hace treinta años en Jerez de la Frontera (Cádiz), una bonita tierra al sur de Andalucía.
Te contaré también que soy cristiano, que Jesús ha dejado enamorado a mi corazón y que creo que solo dando la vida (por ti, por ella, por él, por el que sufre) se puede tener vida feliz, plena y abundante. Y aunque uno al final no deja de ser torpe, incoherente y bastante cabezota, aunque soy de los que hablan mucho y hacen menos, aunque me sobran pobrezas y me faltan luces… me siento llamado a compartir y a dejar volar los pequeños regalos que Dios trae a mi vida cada día, los que van modelando con manos sabias mi barro imperfecto. Por eso abro este pequeño espacio escondido entre la maleza de la red de redes. Por eso quiero escribir en el viento los humildes renglones que marcan mi caminar. Ojalá lleguen a rozar, siquiera un poquito, tus mejillas. Y ojalá, sobre todo, los tuyos puedan susurrarme de vuelta palabras de esperanza.
Mi gran pasión es la educación. La descubrí cuando aún estaba en el colegio, al darme cuenta de que, cuando estudiaba, me distraía fácilmente imaginando cómo podría explicar de forma agradable ante una clase eso mismo que estaba intentando aprender. Mi pequeña misión como monitor de chavales en el Movimiento Juvenil Salesiano, los grupos de fe juveniles de mi antiguo colegio, ha ayudado a que arda con más fuerza dentro de mí esta llamada, a intuir la certeza de que me gustaría dedicar mi vida a acompañar a jóvenes en su camino de llegar a ser quienes están llamados a ser. Mientras tanto, entre sueño y sueño, me gusta dedicar ratitos a leer, entrenar a un equipo de chavales, montar en bicicleta, caminar o dejar que las palabras vuelen en torno a un buen café. No soy bueno en ninguna de estas cosas… pero tampoco pasa nada.
Intento leer mi vida como una peregrinación, una peregrinación de confianza. Tal vez porque ha sido peregrinando (saliendo de mi tierra y poniéndome en camino, echándome una mochila al hombro, liberándome de lo innecesario, marchando al encuentro de otros desde una sencilla desnudez) como mejor he podido encontrarme con mi propio corazón. Y en esta peregrinación, las encrucijadas que ahora surgen tras cada recodo me preguntan cada vez con más fuerza por qué sigo parado y en silencio, sentado en el sillón de los privilegios que no merezco, cuando este mundo está muy lejos de ser el Reino de Justicia y Paz que Dios sueña. O por qué creo que no hay vía más privilegiada para encontrarme con Él que servir a los pobres y a los que sufren, pero no dejo todavía que mi vida se impregne de esta verdad.
Éstas y otras son las capas de barro que van dando forma a mi vasija agrietada. A través de este cuaderno de bitácora me gustaría compartirlas con quien desee acercarse, para ir modelando un rincón acogedor y cariñoso en el que sentirnos libres, para ser nosotros también alfareros de un mundo nuevo.
Contigo.
Romanos 10, 8-13. "Profesión de fe del que cree en Jesucristo"
Lucas 4, 1-13. "El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado"L | M | X | J | V | S | D |
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Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 4,1-13.
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.