Segundo día, 22 de diciembre:
San José
San José
Saludo inicial:
Se saluda a los presentes con estas u otras palabras similares:
Queremos escuchar hoy lo que el Señor nos quiere decir. Por eso estamos alegres, Dios se acerca a cada uno de nosotros y nos habla al oído. Preparemos nuestros corazones para que sea su voz la que escuchemos, descubriendo su voluntad para nosotros. Comencemos esta celebración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Presentación del personaje del día:
Nos acercaremos en este momento a la figura de José. Seguramente un joven entre unos veinte y veinticinco años, con las ilusiones de casarse con María. Ellos ya estaban comprometidos, así que solamente faltaba esperar un tiempo y llevar adelante los planes como cualquier pareja de su época. Pero las dudas invaden el corazón de José, quien pone sus preocupaciones en las manos del Señor. Dios no se hace esperar, y acude a José; la necesidad es mutua: José desea respuestas sobre lo sucedido y Dios necesita la respuesta de José para poner al Hijo bajo sus cuidados. Escuchemos con mucha atención la siguiente lectura del Evangelio.
Lectura Bíblica (Mt 1, 18-25):
Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo.
Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla.
Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros.
Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús.
Palabra del Señor.
Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo.
Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla.
Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros.
Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús.
Palabra del Señor.
Meditación:
Hemos escuchado que José era un hombre prudente y justo, por lo que no actuó según su primer impulso sino que prefirió meditar y despedir a María de una manera discreta. Él no desespera y Dios se le manifiesta encargándole cuidar de su hijo. José no tarda en hacer la voluntad del Señor y al despertarse hace cuanto le ha sido ordenado.
En cuanto a mi vida: ¿Actúo con prudencia o me dejo llevar por mi primer impulso, sin pensar y cometiendo actos que en la reflexión posterior me doy cuenta de que fueron injustos? ¿Medito los acontecimientos de mi vida en oración o es una cosa separada de la otra? ¿Cuando descubro lo que debo hacer, me pongo manos a la obra o espero largamente hasta que no tengo más remedio?
Oración final
Tu amor, Padre, ha sido conocido por San José,
hombre justo y padre fiel;
él ha sido de quien Tú quisiste que Jesús aprendiera el amor paterno,
experiencia que luego relacionó contigo hasta decirte ¡Abba! (¡Papá!).
Ayúdanos a ser comprensivos con los demás,
buscando en nuestras relaciones siempre tu justicia,
y danos la capacidad de responderte diligentemente,
así como José lo ha hecho.
Que en el rostro de los niños sin padre
encontremos tu rostro
y asumamos esa tarea de ser padres en el Espíritu Santo.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
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