Viernes 11 de diciembre.
II Viernes de Adviento.
Hoy el ruido nos emborracha el
corazón. El grito de las palabras
nos impide comunicarnos. Hablamos
demasiado y demasiado alto, pero apenas
sabemos escucharnos. No nos escuchamos ni a
nosotros mismos.
Hemos desterrado el silencio del corazón, en esta
situación resulta casi imposible percibir la Palabra de
Dios. Por eso nuestra vida se debate entre el vacío y la
rutina, y con frecuencia perdemos la esperanza.
María vivió el silencio. Supo escuchar a Dios en el silencio e
interpretar lo que Él le pedía en el silencio: recibió la visita del
ángel Gabriel y aceptó ser madre del Mesías en el silencio; lo vio
crecer en su vientre en el silencio; meditó y guardó sus palabras en
su corazón en silencio; lo acompañó en silencio durante su vida pública
y en silencio permaneció junto a la cruz.
Su silencio es lección para nosotros, necesitados con urgencia de hacer
silencio en nuestras vidas para encontrar lo esencial de la vida y de la fe.
corazón. El grito de las palabras
nos impide comunicarnos. Hablamos
demasiado y demasiado alto, pero apenas
sabemos escucharnos. No nos escuchamos ni a
nosotros mismos.
Hemos desterrado el silencio del corazón, en esta
situación resulta casi imposible percibir la Palabra de
Dios. Por eso nuestra vida se debate entre el vacío y la
rutina, y con frecuencia perdemos la esperanza.
María vivió el silencio. Supo escuchar a Dios en el silencio e
interpretar lo que Él le pedía en el silencio: recibió la visita del
ángel Gabriel y aceptó ser madre del Mesías en el silencio; lo vio
crecer en su vientre en el silencio; meditó y guardó sus palabras en
su corazón en silencio; lo acompañó en silencio durante su vida pública
y en silencio permaneció junto a la cruz.
Su silencio es lección para nosotros, necesitados con urgencia de hacer
silencio en nuestras vidas para encontrar lo esencial de la vida y de la fe.
ORACIÓN
María,
deseo escuchar a Dios
y el ruido de mi vida no me deja.
Ayúdame a hacer silencio
y poder percibir así la voz de Jesús,
para cimentar sólidamente mi existencia,
para poder hablar con verdad a los demás.
Que tenga la oportunidad, de vez en cuando,
de poder alejarme del ruido y la prisa
que me hacen vivir nervioso y sordo,
que me impiden ser yo mismo.
María, ayúdame a saborear el silencio.
deseo escuchar a Dios
y el ruido de mi vida no me deja.
Ayúdame a hacer silencio
y poder percibir así la voz de Jesús,
para cimentar sólidamente mi existencia,
para poder hablar con verdad a los demás.
Que tenga la oportunidad, de vez en cuando,
de poder alejarme del ruido y la prisa
que me hacen vivir nervioso y sordo,
que me impiden ser yo mismo.
María, ayúdame a saborear el silencio.
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